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Publicado en El Mundo (18 de marzo de 2024)

 Por Luis Alemany (Madrid)

18/03/2024

LA REVISIÓN DE LA HISTORIA QUE APUNTA AL EJÉRCITO COMO UN PROBLEMA

Historia. Francisco Gracia Alonso sostiene en su nuevo ensayo que el papel excesivo de los militares frenó la modernización de España durante el XIX y hasta 1936: “La sucesión de golpes fue insoportable”

Gobernar el caos: una historia crítica del Ejército español, de Francisco Gracia Alonso, recién editado por Desperta Ferro, no es un libro hecho para gustar a todo el mundo. No en 2024. En su primera mitad, Gobernar el caos desmitifica los éxitos de la España Imperial: Lepanto fue sólo una victoria parcial, los tercios eran mercenarios italianos y flamencos, la Armada Invencible fue una imprudencia más que un bella derrota... Es el tipo de información que, en el fondo, cualquier lector podría intuir, porque no hay historia de heroísmo sin su sombra. Lo interesante aquí, por lo menos para el debate público, empieza cuando el relato llega a 1812.

Gobernar el caos, en resumen, sostiene que el Ejército de España no entendió entonces su papel en una democracia liberal y que, por ello, saboteó los proyectos modernizadores del país. Durante el siglo XIX y hasta 1936, según el retrato del autor, las Fuerzas Armadas vigilaron, condicionaron e intervinieron al poder civil en defensa de sus intereses corporativistas y de su pequeña sociedad de castas con la justificación de una ideología de patriotismo antiguorregimental. Acapararon presupuestos desproporcionados, empezaron guerras solo para repartirse ascensos y medallas y cambiaron gobiernos. Y así, hasta la Guerra Civil.

P. Se me ocurre pensar en el caso Dreyfus. Entiendo que el mal encajar entre el Ejército y las democracias del siglo XIX no fue una cosa que ocurriera sólo aquí.

R. Lo que es particular de España es la extensión del conflicto, el no entender los conceptos de la nación en armas y el Ejército supeditado a la soberanía nacional. ¿Qué fue el caso Dreyfus? Fue la expresión de la crisis de legitimidad del Ejército francés después de la derrota de 1871. Llegó la III República y el Ejército necesitó reestructurarse ideológicamente, porque la nación le reprochaba muy severamente el desastre de la guerra contra Prusia y, en parte, el papel represor en la Comuna de París. Fue un momento de mucho desprestigio para el Ejército francés que duró hasta 1914. En esa inestabilidad apareció Dreyfus como una válvula de escape. En España, ese conflicto no se resolvió, permaneció hasta 1975 y se proyectó en la Transición.

Francisco Gracia Alonso, catedrático de la Universidad de Barcelona, sostiene que el problema de España consistió en que el Estado nunca tuvo estructuras suficientemente sólidas como para ser más fuerte que su Ejército, para disuadir a los generales de intervenir en política: «No hay Estado que soportase esa sucesión de golpes de Estado y guerras civiles». En esa inestabilidad, como ningún proyecto político llegaba a ser estable y productivo, los militares sentían la llamada a salvar a la patria aunque, consciente o inconscientemente, lo que hicieran fuese mantener los privilegios de su deep state. «Y eso se puede decir también de los militares liberales que intervinieron en política durante el siglo XIX». O’Donnell, Riego, Espartero... Según Gracia Alonso, ninguno de ellos llegó a entender que el bien del Ejército no era siempre el bien de la nación. Que, al contrario, el proyecto militarista empobrecía a España.

Más ideas que defiende Gobernar el caos: primero, Manuel Azaña diseñó en 1931 una política de reforma razonable y realista y no un proyecto sectario, punitivo o revolucionario. «Estaba en continuidad con muchos proyectos de las décadas anteriores y atendía a una realidad muy evidente: el Ejército era poco operativo y caro. Había un oficial por cada cuatro soldados y mucha frustración entre los oficiales porque no podían ascender», asegura el autor. 

Segundo, en 1936, cerca del 35% del Ejército fue leal a la II República. Eso es mucho ejército, ¿verdad? «No, me parece normal. Piense en que, si fuésemos militares no africanistas en 1936, probablemente pensaríamos que los intereses particulares y los valores de los africanistas no serían los nuestros», dice Gracia Alonso.

Y tercero: la política de la dictadura hacia sus fuerzas armadas no se dirigió a optimizar sus capacidades sino a crear una sociedad aparte de la sociedad, estratificada en castas y mal pagada pero aliviada con algunas pequeñas prebendas (los economatos, los colegios militares, los clubs de recreo) que garantizaban su fidelidad al sistema. La tesis de Gracia Alonso es que incluso hoy se puede rastrear ese aire de cuarto cerrado. «La segunda temporada de la serie Rapa lo expresaba muy bien. Recuerdo que había una actriz que era ferrolana de toda la vida pero que contaba que nunca había entrado en las instalaciones de la Marina».

P. Lorenzo Silva dice que, si miramos al tipo de personas que opositan hoy para entrar en la Guardia Civil o en la Policía Nacional, encontramos licenciados universitarios, gente cualificada sin especial sesgo ideológico ni antecedentes familiares. No es que nacieran para la Policía; es que descubrieron que la Policía les ofrecía una carrera profesional atractiva.

R. Estoy convencido de que es así, pero no creo que eso ocurra en el Ejército. Primero, porque no ofrece tantos puestos cualificados ni carreras tan largas como las de la Guardia Civil. Los contratos para la tropa llegan hasta los 45 años y no hay posibilidades de promoción. Un suboficial francés tiene una vida muchísimo mejor que la de un suboficial español. El sistema de castas sigue latente en las Fuerzas Armadas. A veces leemos manifestaciones políticas de militares que son inimaginables entre los mandos de la Guardia Civil o de la Policía Nacional.

El libro llega en un momento contradictorio. Para millones de españoles, la imagen más presente en sus vidas del Ejército de España es la de la Unidad Militar de Emergencias, a cuyos aviones cisterna aplauden espontáneamente cuando los ven volar camino de los incendios forestales. «Muchos militares fueron muy escépticos cuando nació la UME. Ahora es un servicio muy popular, pero nunca sabremos si Protección Civil cumpliría mejor o peor con esa tarea», dice Gracia Alonso. Y a la vez, la guerra de Ucrania y la posibilidad de que Donald Trump vuelva a la presidencia de EEUU marcan nuestro paisaje. El anhelo de que la Unión Europea se convirtiese en una potencia apenas militarizada y basada en el poder blando se vuelve cada vez más improbable. «Si gana Trump, Ucrania tendrá que aceptar la paz de Rusia y Europa entrará en una espiral de rearmamento, pero no por el método de autoabastecerse, sino forzada a comprar a Estados Unidos», asegura. Su impresión es que el ideal declarado de dedicar un máximo de un 2% del PIB a gastos de Defensa no se cumple ni se cumplirá en el futuro próximo.

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