Medio siglo después de que apareciera en Alemania e Inglaterra el movimiento cultural y político conocido como Romanticismo, y como consecuencia de éste, fueron surgiendo en toda Europa una serie de sociedades de carácter científico y técnico para el estudio de la naturaleza y la exploración del territorio, del que más tarde nacerían otras más prosaicas como las sociedades deportivas.
Los ingleses que continuaban con su formativo Grand Tour y que hacían su parada en los Alpes para practicar el deporte de subir a las cumbres –alpinismo-, crearon en Londres el Alpine Club en 1857 para la organización de sus excursiones, convirtiéndose en una de las primeras sociedades deportivas del mundo.
En España las dos primeras sociedades excursionistas fueron constituidas en Barcelona en 1876 y 1878: la Associació Catalanista d'Excursions Científiques (ACEC) y la Associació d'Excursions Catalana (AEC), que en 1891 se fusionaron para crear el Centre Excursionista de Catalunya (CEC) que aún hoy es la principal asociación en su ámbito.
Acabada la guerra de Cuba, retornados a la metrópoli e imbuidos por el espíritu regeneracionista de Giner de los Ríos así como por la moda deportiva, un grupo de militares veteranos de las guerras de descolonización fundaron en 1900 la Sociedad Militar de Excursiones (SME).
Bajo el auspicio de de SM la reina Regente y siendo miembro de honor de dicha Sociedad el joven rey Alfonso XIII, el comandante de infantería don José Ibáñez Marín, recién llegado de la isla de Cuba donde había servido voluntario en la columna del esforzado general Segura como ayudante de éste último en la campaña del mismo nombre, promovió la constitución de la Sociedad. Ibáñez Marín no era ajeno a otras iniciativas regeneracionistas como la de la Institución Libre de Enseñanza de la que se encontraba muy próximo por la amistad que le unía con sus paisanos Menéndez Pidal, Cossío y Bernaldo de Quirós, por lo que quiso iniciar otra de carácter corporativo dándole un enfoque histórico, científico y militar: histórico por su inclinación a la Historia, científico por la corriente de los tiempos, y militar por la condición de sus miembros.
En la exposición de motivos del acta de constitución se mencionaba la inquietud que un grupo de jefes y oficiales de todas las Armas y diversos Institutos del Ejército venían teniendo desde hacía unos meses en la constitución de una agrupación consagrada al estudio de la geografía española mediante “excursiones a sus cordilleras, nudos de montañas, fábricas, museos, escuelas y, en suma, a cuantos elementos tienen relación con la cultura profesional”. Consideraban los fundadores, que esta iniciativa era también beneficiosa “para el espíritu fraternal que debe reinar en el Cuerpo de Oficiales” así como para desarrollar vínculos de compañerismo y conocer personalmente las zonas más importantes del territorio nacional.
La primera excursión se desarrolló entre los días 18 y 23 de noviembre de 1900 recorriendo la Carpetana Central entre los puertos de Guadarrama y Reventón. Formaron parte de esta primera expedición siete Jefes y Oficiales: Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, José Ibañez Marín, Mantilla de los Ríos y mi bisabuelo Leopoldo de Saro de infantería, Felipe Navarro Ceballos Escalera de caballería y Federico Madariaga Suarez y Maestro de administración militar. Este primer grupo presentó una gran homogeneidad: eran militares entre los 22 y los 42 años de edad, habían participado en las últimas campañas coloniales y pertenecían –o pertenecerían como Saro- a la nobleza titulada: Primo, marqués de Estella, Mantilla de los Ríos, de los marqueses de Casa Saavedra , Saro, conde de la Playa de Ixdaín, Felipe Navarro, Barón de Casa Davalillos, y Madariaga hermano del Conde de Torre Alver. Todos tuvieron brillantes carreras que acabaron en el generalato y algunos vidas truncadas en nuestra guerra incivil.
De ese espíritu ‘regeneracionista’ y gracias a la generosidad de S.A.R. la infanta Dña. Isabel de Borbón, conocida popularmente como la Chata y a la suscripción de los socios, nació la iniciativa de asegurar entre las localidades de La Granja de San Ildefonso y Rascafría el complicado paso en invierno del puerto del Reventón que la nieve y la niebla dificultaba en extremo causando grandes trastornos a los montañeros y pastores, mediante la colocación de unos mojones que les permitieran no perderse así como la construcción de unos refugios para guarecerse de las inclemencias del tiempo.
En los años sucesivos la Sociedad realizó numerosas excursiones como las de Ávila, Talavera, Montes Universales, Maestrazgo, Campos de Bailén, Sierra Nevada, Portugal Zaragoza y Gerona, hasta que sus miembros fueron de nuevo movilizados en julio de 1909 con motivo de la Campaña de Melilla en la que Ibáñez Marín perdió la vida, produciéndose uno de los sucesos más singulares de la historia militar cuando los soldados a sus órdenes y dispuestos en fila delante de su ataúd le dieron el último adiós al tiempo que le besaban la mejilla.
Pablo de Zavala Saro
Madrid, 24 de abril 2015
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